ADIÓS ABUELA

Eres el primer escalón emocional de la cosa más natural que hay, la muerte. La evitamos tanto que no sé como afrontarlo, así que te doy las gracias por haber aguantado para despedirte de todos nosotros y facilitarnos esta perdida.

Me llamó tu hija Luisa para decirme que estabas muy enferma, y pensé que exageraban, pero algo nos dijo que era el momento de despedirnos de ti. Pese al poco contacto que hemos tenido estos últimos estos 6 años por tu alzhéimer sabes  que siempre te he tenido cariño y que te estoy muy agradecida por haberme criado de pequeña.

Esa noche recordé todos los buenos momentos que viví contigo mientras vivías en mi casa y todas tus manías, siempre supe que eras una persona maravillosa pese a lo que dijesen tus hijas.

Siempre has sido muy cariñosa conmigo a tu manera, sin exceso de besos pero ayudándome cuando mi madre me castigaba y cuando más te necesitaba. Cuando crecí intenté cuidarte del mismo modo hasta el final, creo que te sirvió. No pensaba dejarte sola ni hacerte sufrir. Gracias a ti nos unimos todos sin rencores y en armonía, creo que incluso lo viste.

Pensaba que no me daría tiempo a despedirme de ti pero me esperaste, mejoraste tu salud para despedirte de nosotros y te agradeceré ese último momento a solas toda la vida. Tanto tu como yo nos hemos ido en paz.

Lo más duro y extraño fue cuando te pusiste tan enferma que te durmieron. Todos fuimos a verte con la mentalidad de la despedida final, y mientras dormías hasta tus últimos momentos fue muy conflictivo para mi. Estabas viva pero no reaccionabas, te hicimos compañía y te vimos todos juntos hasta ese último momento. Quería que te despertases para hablar un rato más contigo, pero a la vez no quería porque era prolongar más de forma egoísta tu sufrimiento.

Y así te fuiste, dormida, rodeada de tu familia y habiéndote despedido de todos nosotros. Sé que estás tranquila porque así lo anuncian tu muerte y la edad a la que lo has hecho 88 años.

Un beso y un fuerte abrazo allá donde estés, te quiero abuela.